jose maria

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lunes, 16 de mayo de 2016

CANTAMAÑANAS

Entre voces de agua fría, trovadores y cantores, se despiertan las mañanas bostezando la pereza de levantar las persianas. Esas que al cerrar sus ojos no dejan ni una rendija de la luz de la farola, del primer guiño del sol, del primer beso del día.
Cantamañas de día, de noche, entre platos y en las horas vespertinas. Siempre aparecen rondando, de repente, como el susto del idiota que tras la puerta espera para reír su gracia en el tonto espejo que mira.
Cantamañanas, siempre listos y de urgente palabra, siempre la voz timbrada, para escuchar sus andanzas de saber que no sabe nada. Oídos atentos a su voz altanera, solo en su palabra recrean sus patrañas de hojalata.
Cantamañanas, badajo, campanillas y campanas, despertar de un bello sueño es la mayor desgracia.
Enmudece la mañana al escuchar el cascabel del tan odiado cantamañanas, timbre en la puerta de seda, estornudo de elefante, peluquín de caballero andante, tropel de necios que ondean su estandarte. Aquí estamos para deciros lo feliz que es el vivir como nosotros sabemos en nuestro viejo cuaderno. Pupitre de carcoma, envarada la mirada, dejad de pensar, malditos, que la fiesta está servida en el bar del cantamañanas. Café y porras al buche, así la apatía borras en tus encuentros fugaces con la vida que de frente mira. Esquivo es el cantamañanas, sin problemas ni más dudas que garbanzos o lentejas, sin deseos e ilusiones.
Sota, caballo y rey, la partida del triunfante cantamañanas, que no es chulo ni es de playa, soberbio en su atalaya enana.
JMFP

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