Inmunidad, ese chaleco que blinda al ladrón de guante blanco luciendo
matrícula de diplomático. Inmunidad la del pecho materno que protege al
infante al salir al mundo seco sin más conocimiento que el miedo a dejar
de ser uno para ser otro. Es inmune el psicópata a la lágrima, al amor
que nunca besó los labios del abandono.
Inmunes los oídos a las
palabras de metal, balas de papel que atraviesan la sien sin orificio de
entra y salida, como peine de un cabello que reposa en el camerino del artista abucheado.
Inmunidad busca la polio, sarampión y varicela, súplica el sida entre
tumbas la inmunidad que nunca llega. Inmune es el amor a los mazazos del
tiempo, acorchando las paredes cómo blanca locura de una sola ventana.
Inmune se hace la mirada ante los ojos que brillan, adivina adivinanza,
miente la verdad en danza, llueven las lágrimas que no duelen.
Inmune el mundo al dolor, a los cuervos que roban el alma, desnudando de
aventura al diablo que gime en solitario. Inmunidad, bella y deseada
platea del teatro de la vida, entre diputados y reyes, duques y
ladronzuelos, hurtan la cabeza al yunque que solo espera el martillo.
Inmunidad, desconocida debilidad, concha protectora que asesina a la tan airada sensibilidad.
Inmune a la muerte, la sangre brota en la boca, se desliza la última
gota, pues la sangre es río de vida, inmune al miedo que a ratos
descalifica la grandeza de los hombres, divinizados en esa eternidad
llamada inmunidad. Inmunizada quedo la escultura de la más bella dama
soñada, ríe su boca marmolea, ajena a la música que la fuente no seca.
No es inmune el amor a la tentación de amar, quizás algún día, la tan
buscada vacuna, cure a los mortales del tan temido capricho que es
construir amor, esa peste que transforma al cuerdo en loco, aletea entre
la vida y la muerte libre del miedo, de la piedad, esa que afila
guadañas, esa que espera paciente, sabedora de la única verdad. Murió el
sabio de blanco, el antígeno voló, el anticuerpo lloró porque el amor
liberó por la única ventana abierta, la llamada libertad.
Y por
ella, el amor huyó para esconderse en el bosque, ese que está y no está,
entre siglos de besos secretos que seguirán contagiando al mundo,
muriendo y naciendo, como manda la lección.
JMFP
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